Escuchar
Nov 03, 2024
Cuando leo a escritoras, pienso que estoy muy lejos de convertirme en una. No tengo esa calidad narrativa, ni siquiera sé cómo forjarla; ellas poseen el talento de la pluma. Por mi parte, soy una mujer que escribe diarios para sanarse a sí misma. Comencé con esta práctica a los trece años y no he parado desde entonces. Escribo sobre el dolor, mis sueños y mis luchas, de amor y desamor.
Cuando me llevaba bien con mi madre, escuchábamos juntas Radio Centro. En uno de esos programas matutinos hablaron de una convocatoria para mujeres que se atreven a contar su historia, impulsada por DEMAC, una ONG creada por Amparo Espinosa Rugarcía. Por la radio rifaron algunos libros; nosotras ganamos dos: Margarita Chorné y Salazar y El zumo de la amapola. Siempre quise participar en ese concurso. Han transcurrido 25 años y no he podido hacerlo. Son de esos sueños que me sigo debiendo.
Cada día mi cuerpo habla de distintas maneras; desde hace semanas me duelen las articulaciones de las manos, el cuello y las cervicales, las caderas y los pies. Mi ojo izquierdo tuvo un derrame y mi período está más irregular que nunca. Es la perimenopausia, el cuerpo obligándome a priorizarme. También pienso que tiene que ver con ese sueño frustrado de escribir un libro. Lo tengo escrito en cada célula, está en mis pensamientos a lo largo del día; sé que lo estoy ignorando y me culpo por no darme el tiempo. Los días se me van resolviendo temas del trabajo, en las responsabilidades de madre y ama de casa. Hago todo menos escribir esos libros; ya hasta título tienen. Uno está a medias.
Ser cuarentona es ser revolucionaria. Dentro de uno se va gestando una manera diferente de ver la vida; pones más atención a tus necesidades. También te das cuenta de cuánto desamor te has dado, descubres el daño que te has hecho, por ignorancia, por sobrevivir, por tener un lugar en el mundo, por perseguir tus sueños, por ingenua, por confiar. Como sea que hayan sido esos años, nos pertenecen; son parte de nuestra historia y no hay que sentir culpa por ello. Mirarnos con compasión, amor y respeto es lo que sigue.
Escucharnos en todos los aspectos. Escuchar el alma.
Escuchar el corazón.
Escuchar el cuerpo.
Escuchar los pensamientos.
Escuchar el diálogo interno.
Escuchar lo cotidiano.
Escuchar los sueños.
Escuchar las cosas simples de la vida.
Escuchar al otro.
Escuchar los sonidos de la naturaleza.
Escuchar el bullicio de las ciudades.
Escuchar con los ojos.
Escuchar los sabores.
Todo en el universo comunica. La vida es una parlanchina.
Escucha, escúchate.